Mensajes a Edson Glauber en Itapiranga AM, Brasil
martes, 27 de octubre de 2009
Mensaje de San José a Edson Glauber

La paz de Jesús esté contigo, así como la paz del Corazón de mi Esposa María y la paz de mi Corazón Castísimo!
Hijo mío, hoy hemos venido a visitarte una vez más: Yo, mi Hijo Jesús, y mi Esposa María Santísima. Deseamos de ti y de tus hermanos más oración, fe y dedicación por la salvación de las almas.
Hijo mío, el mundo está al borde del abismo. Este abismo es terrible y profundo. Es el abismo que conduce al infierno. Ayuda a tus hermanos a encontrar la luz y la gracia de Dios hablando de nuestros santos mensajes. Nuestros mensajes conducen a muchos por el camino de la santidad que conduce al cielo.
Diles a tus hermanos que no teman nada y que se dediquen más y más al reino de Dios. No te aferres al mundo, porque nada del mundo conducirá al cielo, sino solo las buenas obras de amor y todo lo que hayas hecho por Dios y su reino de paz.
Hijo mío, dile a todos que Dios ya no puede soportar tantos pecados. Les digo: hagan penitencia, penitencia, penitencia. No se dejen engañar por las mentiras que se difunden en el mundo contra las obras de Dios y contra su Iglesia. Permanezcan fieles a la fe católica, porque esta fe y esta Iglesia te llevarán al cielo.
Reza, reza, reza. Dios pide la conversión sincera de cada persona a Él. Quien no obedece no está con Dios, sino con el diablo. El diablo actuará para destruir el mundo y la Iglesia. ¡Intercede! Lo que pronto anunciarás al mundo hará que muchos duden de la fe y de la Iglesia. Digan lo que digan y lo que se anuncie, permanece con la Iglesia y obedécela.
Te amo y te bendigo: en nombre del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. ¡Amén!
En esta noche, la Sagrada Familia estaba toda vestida de oro y coronada. Jesús estaba en el medio, como un hombre crecido, Nuestra Señora a su derecha, y San José a su izquierda. Los tres tenían en sus manos rosas de los colores más variados y colores que nunca he visto en la tierra. Jesús tenía la mayor cantidad de rosas en sus manos. Dividió estas rosas y se las dio a Nuestra Señora y San José pidiéndoles a ambos que se las dieran a nosotros. Entendí que las rosas eran las gracias que Jesús nos estaba otorgando a través de las manos de la Virgen y San José, a través de su intercesión. San José y Nuestra Señora arrojaron esas rosas sobre nosotros, y se estaban distribuyendo y transformando en una lluvia de gracias, como pequeñas estrellas doradas.
Miré a San José y lo felicité en el día de su nacimiento diciendo:
¡Felicitaciones San José, muchos años de vida! - No sabía qué decirle como felicitación y dije lo que era costumbre para nosotros decirnos aquí en la tierra. San José sonrió, como si supiera este pensamiento mío y me dijo:
Hijo mío, en el cielo uno vive el amor profundo y la adoración de Dios. Mi vida ha sido dada a Él en un acto continuo de amor y adoración. Ama a Dios y adóralo ahora mismo en la tierra, y ya estarás experimentando el cielo aquí. Acércate a mi Corazón y encontrarás el gran amor de Dios.
Al decir estas últimas palabras entendí, por una luz interior, que siempre que honremos a San José recibiremos en profundidad el amor de Dios Padre, pues fue Dios Padre quien lo colocó al lado de Jesús para que San José amara profundamente a su Divino Hijo, tomando su lugar, en la tierra, para ayudarlo en todo, protegiéndolo y educándolo en sus Leyes y los preceptos de su tiempo.
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