Mensajes a Ana en Mellatz/Goettingen, Alemania
domingo, 29 de abril de 2018
Cuarto domingo después de Pascua, Fiesta de Santa Catalina de Siena.
El Padre Celestial habla después de la Santa Misa Sacrificial en el Rito Tridentino según Pío V. a través de Su obediente y humilde instrumento e hija Ana.

En el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Hoy, 29 de abril de 2018, celebramos una Santa Misa Sacrificial digna en el Rito Tridentino según Pío V. Fue realmente una atmósfera santa en nuestra iglesia doméstica. Se me permitió ver a los doce apóstoles a derecha e izquierda, seis cada uno, detrás del sagrario. Estos apóstoles mostraban claramente el ferviente entusiasmo en sus rostros. Se articulaban y había una enorme necesidad de comunicarse, también podría decirse que había un sentido de misión en sus rostros.
El altar del sacrificio y también el altar de María estaban ricamente decorados con flores de diversos tipos. Los ángeles y también los arcángeles se agruparon de nuevo en torno al altar del sacrificio y también en torno al altar de María y adoraron al Santísimo Sacramento en el sagrario.
El Padre Celestial hablará hoy en la fiesta de Santa Catalina de Siena: .
Yo, el Padre Celestial, hablo ahora, el 29 de abril de 2018, onomástica de Santa Catalina de Siena, a través de Mi obediente y humilde instrumento e hija Ana, que está enteramente en Mi Voluntad y repite sólo las palabras que vienen de Mí.
Amado pequeño rebaño, amados seguidores y amados peregrinos de cerca y de lejos. Hoy aprenderéis a reconocer mis verdades y también a obedecerlas. Esto os enseñaré. Os convertiréis en mis testigos de la verdad. En este día se os dará una conciencia de misión que será única; no sólo reconoceréis la verdad, sino que sentiréis en vosotros la certeza de que queréis dar testimonio de ella. Desecharás tus miedos, porque te impiden ser testigo de la verdad. Seréis mis testigos, a quienes envío al mundo entero, donde reina la incredulidad. Vosotros mismos no formaréis las palabras, porque el Espíritu Santo hablará a través de vosotros. Seguiréis a Mi Hijo Jesucristo en la verdad por completo, aunque os cueste la vida. No sólo viviréis la verdad, sino que daréis testimonio de ella. Esto no te resultará fácil. Es la última vez que antepongo Mi justicia y no la misericordia.
¿Qué significa esto, amados Míos? No dejaré que falte mi misericordia, sino que la pondré en segundo lugar. Si uno me confiesa ante los hombres, Yo también le confesaré ante el Padre. Y eso, amados míos, significa para vosotros asumir la mayor lucha de fe. Os enfrentaréis a muchas malicias. Os quitarán vuestro honor, se burlarán de vosotros y os ridiculizarán. Os arrastrarán ante los tribunales y os acusarán.
El malvado intentará atraparos y seduciros con su astucia. A veces no reconocerás cuando el maligno ejerza su poder. Entonces vuelve a la verdad y confiésala. Entonces experimentarás la mayor protección. Sobre todo, tomad el Rosario y consagraos al Corazón Inmaculado de la Virgen. Ella pedirá vuestra mayor protección y pondrá a vuestro lado a muchos ángeles. Ellos os guiarán y os orientarán. A veces no reconoceréis el camino correcto. A los santos del cielo se les llama, en primer lugar, Santa Catalina de Siena. Ella fue una gran luchadora. Tampoco tú te librarás de esta última lucha.
Debéis ser capaces de dedicar vuestra vida a esta lucha, pues os convertiréis en profetas, profetas de la fe. Utilizadlo todo para la verdad y no dejéis nada fuera, aunque todo esté hecho un desastre, es decir, aunque no reconozcáis la verdad. Incluso entonces daréis testimonio de la verdad. Os convertiréis en testigos de la verdad y de la fe, en profetas. Debéis poner el amor de Dios en primer lugar, pues en este amor estáis seguros, protegidos y enviados. Como envié a mis doce apóstoles, así seréis enviados también vosotros y resistiréis en la lucha. Asumid, pues, la misión de este día. Como Yo os envío, así estará en vuestros corazones el Consolador de la verdad. Nunca hablaréis falsedad .
Os amo y os bendigo con este gran sentido de misión en la Trinidad con vuestra queridísima Madre, todos los ángeles y santos y los doce apóstoles, en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Alabados sean por siempre Jesús María y José. Amén.
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